De manera general ante cualquier situación difícil o problema en nuestra vida, tanto la sociedad como nosotros mismos tendemos a pensar, actuar y sentir de manera lineal (causa-efecto); cuando en la mayoría de las situaciones las soluciones suelen ser más complejas, con diferentes causas y variables que pueden estar afectando de distintas maneras.

Igualmente, tendemos a atribuir dichas situaciones que nos provocan malestar no sólo a una sola causa que pensamos que está afectando; sino que frecuentemente sentimos la necesidad de culpabilizar al alguien o algo del problema, a veces otras personas y en muchas ocasiones también a nosotros mismos… ¿Quién no se ha sentido culpable en su vida? o ¿Quién no ha hecho sentir culpable a otros de lo que a nosotros nos sucede?

La culpa es una actitud formada por emociones y pensamientos, que nos llevan a una sensación de auto devaluación. Es decir, la persona que siente culpa se califica negativamente como persona, se siente mal consigo misma y se siente devaluada de alguna manera; o bien deposita dicha culpa en otras personas que le rodean: hacemos culpable a otros de lo que nos sucede.

De cualquier manera, lo interesante es darnos cuenta de que dicha culpabilidad nos paraliza, no sólo no sana el dolor que ella misma produce sino que lo intensifica, bloquea la posibilidad de perdonarse a sí mismo y además obstaculiza la posibilidad de cambiar: todos hacemos lo que podemos como podemos, eso no nos hace víctimas sino personas que reaccionan.

Todos hacemos lo que podemos como podemos, eso no nos hace víctimas sino personas que reaccionan.

Lo anterior puede apreciarse tanto en el plano individual como en otras situaciones; como por ejemplo en la tendencia a “tener que” culpabilizar a algo o a alguien en lo que respecta a la educación de los más pequeños: ¿la culpa la tiene el colegio o la tiene la familia?; o también incluso en algunos trastornos psicológicos, en los que nos empeñamos continuamente en depositar las causas en lo biológico a pesar de que está constada la influencia que otros factores tienen (experiencias vividas, factores de personalidad, relaciones en la familia del paciente, etc.).

Y es aquí donde sería mejor hacer referencia a la responsabilidad. La responsabilidad a diferencia de la culpabilidad no nos paraliza y perpetúa el problema.

Hacernos responsables de los actos propios abre la posibilidad de hacer las cosas de otras maneras y nos permite recuperar los recursos para ser capaces de afrontar nuestras dificultades; en definitiva, de perdonarnos a nosotros mismos. Pero, ¿Por qué nos cuesta tanto? Hoy en día todo se organiza en la sociedad para sacudirnos de la responsabilidad de algunas situaciones, sin apreciar que de esta manera perdemos parte de la esencia humana así como la posibilidad del cambio: el mensaje de la culpabilidad nos alivia y es fácil recordar alguna situación que hayamos vivido tanto en las relaciones con amigos, parejas, etc., como en otras con nuestros hijos e hijas en colegios o consultas de psicología en las que prevalece el: “esto no es culpa nuestra”. Esta idea en ocasiones nos protege de situaciones que no estamos preparados para ver y escuchar; a veces porque no sabemos encontrar una nueva solución a un problema viejo.

La culpa condena, la responsabilidad abre posibilidades.

Por otro lado, también es importante señalar que en la base de la culpa se encuentra la creencia de que podemos controlarlo todo pero en realidad el grado de incertidumbre que existe a nuestro alrededor es altísimo y hay muchos factores se escapan de nuestras manos. Así, en lugar de hacernos cargo de nuestra experiencia, nos pasamos la vida intentando transformar el mundo para que se nos adapte.

En definitiva, asumir la responsabilidad de las situaciones que nos crean malestar, de las decisiones que adoptamos, de los actos que realizamos y de manera general de nuestra vida nos sitúa en un lugar más realista y sano para todos nosotros: nos moviliza hacia algo y nos permite tomar las riendas y poder cambiar los aspectos que en definitiva nos impiden ser felices.

La culpa condena, la responsabilidad abre posibilidades.

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